martes, 8 de febrero de 2011

No tengo tan claro que me guste el fútbol

Ver jugar a este Barça tiene un problema, que te acostumbras a la excelencia y te vuelves muy exigente. Lo digo porque llevo toda la temporada siendo incapaz de ver un partido de fútbol si no juega el equipo de Pep.

El otro día sin ir más lejos, Chelsea-Liverpool. Otrora un partidazo que no me perdería si tuviera ocasión de verlo, todo la pasión de la Premier, dos alineaciones plagadas de estrellas, la belleza del fútbol intenso, poco elaborado pero directo y lleno de garra. Confieso que no podía aguantar más de 10 minutos seguidos sin hacer zapping. No es la primera que me pasa, me pasa por supuesto con cualquier partido de la Liga española, pero también si veo al Inter a la Juve o al Milan, sin hablar de la Bundesliga.

Es tan así, que empiezo a dudar de mi fe. Ya no sé si realmente me gusta el fútbol o sólo me gusta ver jugar al Barça, que tal vez no sea exactamente un equipo de fútbol. El juego de este equipo aúna tantas cosas. Presión, competitividad extrema, fair play exquisito, sutileza y delicadeza en el toque, solidaridad, esfuerzo, lucha, definición exquisito, trabajo en equipo, humildad. Nada que no se haya dicho ya en miles de ocasiones, pero que sitúa al Barça varios peldaños por encima del resto. Han refundado el fútbol y lo han convertido en otra cosa más cercana al arte que al deporte, al cerebro más que al músculo; un espectáculo total en definitiva, tremendamente rico y estimulante que siempre te aporta alguna cosa cuando lo ves.